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Bioética y rock: rock y suicidio (Andrés Carmona)

 

Kurt Covain. Imagen de la revista Rolling Stone.

 

04/12/2021

 

Playlist del artículo para que puedas escucharlo mientras lees: enlace

 

Una de las ramas de la Ética es la Bioética, que es la parte de la filosofía que se ocupa de cuestiones morales acerca de la vida. Y más concretamente de sus dos momentos extremos: el inicio y el final. Respecto del primero tenemos las cuestiones acerca de la reproducción asistida, la investigación con embriones humanos o la interrupción voluntaria del embarazo. En relación al segundo están las cuestiones que suscita acabar con una vida humana: homicidio, suicidio y eutanasia, principalmente. En esta entrada vamos a centrarnos en el suicidio y cómo se aborda desde algunas canciones de rock duro.

 

El suicidio consiste en acabar con la propia vida, lo que lo distingue del homicidio, en donde se termina con la vida de otro. En el caso del homicidio hay consenso respecto de su maldad moral: en general, todas las culturas rechazan el homicidio, por lo menos respecto de los miembros del propio grupo. La extensión del círculo moral, es decir, del conjunto de entes a los que consideramos sujetos morales (con derechos morales y, en su caso, también deberes morales) ha universalizado el rechazo al homicidio de cualquier ser humano, con implicaciones como el rechazo a la pena de muerte o el antibelicismo.

 

Ese rechazo del homicidio parte de múltiples presupuestos (a veces contradictorios entre sí en otros aspectos), como pueden ser la santidad de la vida, el derecho a la vida, la dignidad humana, u otros. En cualquier caso, un elemento común es el hecho de que homicida y víctima son personas distintas: hay uno que mata al otro (que se supone que no quiere, claro). El problema moral que plantea el suicidio es que quien mata y quien muere es el mismo sujeto.

 

Desde planteamientos religiosos, normalmente se entiende que la vida no le pertenece al sujeto sino a Dios. De ahí que matar o suicidarse sean pecados: nadie puede quitar una vida humana, ni la suya propia, porque ninguna le pertenece y solo Dios puede hacerlo. Distinto sucede cuando Dios mismo manda matar o suicidarse: en ese caso el homicidio o suicidio no son pecados sino deberes religiosos. Un ejemplo es el caso de Abraham, dispuesto a matar a su hijo Isaac porque Dios se lo pide.

 

Desde coordenadas no religiosas, los dilemas respecto al suicidio giran alrededor de otros presupuestos. Normalmente, en torno a conflictos entre valores distintos como pueden ser la dignidad por un lado y la libertad por otro. De una parte, hay quien entiende que existe un deber moral y natural de mantenerse vivo a cualquier precio, por lo que quitarse la vida sería inmoral y contra natura. En una línea similar, hay quienes opinan que la dignidad humana impide acabar con la propia vida. De otra parte, otros estiman que la dignidad depende de la libertad y la autonomía, y que quitarse la propia vida sería un acto de libertad y dignidad para quien así lo decidiera de forma autónoma. Lo indigno sería quitarle ese derecho. Aquí entramos en otra polémica: si el derecho a la vida es disponible o indisponible. Indisponible quiere decir que es un derecho irrenunciable por ser transcendental a (condición de posibilidad de) la dignidad, tal como lo es el derecho a no ser esclavo: la dignidad es incompatible con la esclavitud, nadie puede elegir ser esclavo, no es una opción disponible (por lo menos si se quiere mantener la dignidad). Disponible quiere decir que puedo renunciar a ese derecho o a su uso, como sería el caso del derecho de propiedad, el cual me permite renunciar a mis propiedades sin perder dignidad por eso.

 

Sea como sea, el suicidio se entiende como algo negativo por defecto, aun cuando se defienda como una opción libre, moral y digna. Incluso desde esas perspectivas, el suicidio se concibe como una última opción y siempre que no haya otras alternativas válidas. En principio, nadie quiere morir, y tomar una decisión así solo puede ser el resultado de una alteración en el juicio o de vivir una situación tan dolorosa (física y/o psicológicamente) o indigna (desde la propia perspectiva del sujeto) que la muerte aparezca como una opción mejor que seguir viviendo así. Lo que nos conduciría a las temáticas de la muerte digna: suicidio asistido y eutanasia (de las que nos ocuparemos en otra entrada del blog).

 

Aquí nos interesa (por su relación con la ética y la moral) el asunto del suicidio por dignidad: quien decide acabar con su vida porque considera que vive una situación indigna e irreversible. Por indigna se entiende que no responde a los cánones sustantivos de dignidad para él. Y no necesariamente por cuestiones de salud. Por ejemplo, quienes se arruinaron en el crack del 29 y se tiraban desde lo alto de los rascacielos. O quienes ven roto su matrimonio. Un ejemplo bíblico es el del rey Saúl (1 Samuel 31, 4): viendo que iba a morir en la batalla, que ya estaba perdida, le pide a su escudero que le mate para que no lo hagan sus enemigos. Como él se niega, Saúl se suicida echándose sobre su propia espada. Para Saúl, suicidarse fue más digno que morir a manos de sus enemigos. El ejemplo de Numancia es famoso por eso mismo: prefirieron morir de hambre y quemar la ciudad (con ellos dentro) antes que rendirse a los romanos.

 

Siguiendo con el tema bélico, otro asunto relacionado es el del suicidio como virtud. Si bien todas las culturas reprueban el suicidio, también lo alaban como heroísmo en algunos casos. Por ejemplo, los kamikazes. El nombre viene de los aviadores japoneses que se lanzaban con sus aviones contra los barcos americanos en la Segunda Guerra Mundial. Los terroristas suicidas musulmanes son otro ejemplo. En la Biblia hay otro más: Sansón, que tras recuperar sus fuerzas destruyó el templo donde estaba encadenado muriendo él mismo junto con sus enemigos al grito de: “Muera yo con los filisteos” (Jueces 16, 30). En general, cualquier soldado que va a la guerra está suicidándose en potencia: sabe que es probable morir en acto de servicio (sobre todo si va en primera línea).

 

Sea como sea, el suicidio es un tema muy serio aunque también tabú en nuestras sociedades. El suicidio en España alcanzó a 3941 personas en 2020, en una tendencia al alza casi constante en los últimos 40 años (desde los 1652 casos en 1980). Y afecta desproporcionadamente a hombres mucho más que a mujeres.

 

El rock, tan dado a romper tabúes y a acercarse a los aspectos más oscuros y siniestros del ser humano, también ha tenido sus relaciones con el suicidio. Algunas estrellas del rock, por ejemplo, murieron suicidándose. Uno de los más famosos, el cantante de Nirvana: Kurt Covain (1994). Antes que él, Sid Vicious (1979), bajista de Sex Pistols, también se suicidaba con una sobredosis de heroína. Mucho más reciente es el suicidio de Chris Cornell (2017), cantante de Soundgarden. Otro caso más de suicidio fue el de Per Yngve Ohlin, alias Dead, cantante de Mayhem. En 1991 se suicidaba cortándose con un cuchillo y finalmente disparándose con una escopeta y dejando todo perdido de sangre y trozos de cráneo. En su nota de suicidio escribió: “Perdonen toda la sangre”. Su compañero de banda, Euronymous, fue quien encontró el cadáver y le hizo una fotografía que además se utilizó después en la portada del disco de Mayhem Dawn of the Black Hearts (1995). Añadir que Euronymous fue después asesinado por Varg Vikernes, de Burzum, en 1993, pero de este y otros homicidios hablaremos en otra entrada posterior.

 

En los años 80 hubo dos episodios en los que el rock se mezcló con el suicidio. En 1984 un joven de 19 años, John McCollum, se suicidaba. Sus padres denunciaron después a Ozzy Osbourne porque según ellos había escuchado antes su canción “Suicide Solution”.

 

Ozzy Osbourne: “Suicide Solution” (1980).

 


 

            En 1986, Raymond Belknap, de 18 años, y James Vance, de 20, también se suicidaban. En este caso se acusó al grupo Judas Priest de ocultar incitaciones al suicidio grabadas al revés en los vinilos. También se apuntó a canciones como “Heroes end” (1978) como incitadoras.

 

Judas Priest: “Heroes end” (1978).

 


 

En ambos casos tanto Ozzy Osbourne como también Judas Priest fueron absueltos. Hay que destacar que estos juicios se incluían dentro de lo que fue la histeria que se desató en EEUU por parte de los sectores más conservadores y fundamentalistas religiosos contra el heavy metal, acusándolo de satanismo y causa de todos los males de la juventud de la época: alcoholismo, drogas, violencia, suicidio y hasta abusos rituales satánicos con menores.

 

Para acabar, repasamos rápidamente algunas menciones al suicidio en canciones de rock duro español.

 

Barón Rojo en “Casi me mato” (1983) menciona varias formas de suicidio, pero el tema principal de la canción no es el suicidio sino el rock como razón de vivir. El protagonista de la canción decide suicidarse pero cada vez que lo intenta le sale mal y siempre se salva por algo relacionado con el rock:

 

Un día de tantos me sentí muy mal

y decidí que me iba a suicidar (…)

Bajo las ruedas me quise tirar

y el metro no acababa de llegar (…)

Pero un colega tocaba un rock

y aquel mal rollo se me pasó.

 

Barón Rojo: “Casi me mato” (1983).

 


 

 

Si el rock es lo que salva al suicida en la canción anterior, en la de Transfer llamada “El último adiós” (1993) es lo que le pierde. O mejor dicho, al perderlo es por lo que decide que su vida ya no tiene sentido. En ella se habla de un joven rockero que vivía en su barrio haciendo lo típico de los jóvenes con su pandilla: salir, beber, oír música. Con el tiempo se marchó del barrio y cambió totalmente su forma de vida: se casó, tuvo hijos y un buen trabajo con un buen sueldo. Sin embargo, un día se suicidó. Nadie lo entendía, excepto sus amigos del barrio: vivía una vida inauténtica.

 

Un día de lluvia llegó la noticia:

se había suicidado, nadie supo el porqué.

Lo tenía todo: posición y familia,

dinero de sobra, vete a saber qué fue.

La gente del barrio sabía la respuesta:

echaba de menos salir a beber

al bar de la esquina, con la chupa puesta,

y ver a su gente, la que era como él.

 

Transfer: “El último adiós” (1993).

 


 

 

Reincidentes menciona el suicidio en “Cartas desde el asilo” (1994). En ella nos habla un anciano desde su residencia y cómo toma la decisión del suicidio al verse abandonado por su familia:

 

En tu casa empecé a ser

la última mierda, una molestia.

No se buscó mi utilidad

y me pagasteis una celda.

Desde mi cárcel digo adiós

a un mundo poco agradecido.

Una soga a mi alrededor:

¡Me siento ya tan vencido!

 

Reincidentes: “Cartas desde el asilo” (1994).

 


 

La Polla Récords trata el suicidio desde otra perspectiva distinta: la crítica al amarillismo de los medios de comunicación y la conversión de cualquier cosa, incluso las tragedias, en espectáculos para generar audiencia. La canción narra cómo sería la retransmisión en directo de un suicida tirándose desde lo alto de un edificio:

 

Atención, va a saltar, primer plano.

Ante usted, en su hogar: el suicida.

Cómo no, otra vez repetido.

Es así: es el show de la vida.

 

La Polla Récords: “El suicida” (1990).

 


 

Otra canción en la que el grupo habla del suicidio es “Estrella del rock” (1984). Desmitificando a los mártires del rock, la canción se burla de ellos y de su ambición y de cómo esta les conduce incluso al suicidio que los convierte en mártires:

 

Soy una estrella del Rock (…)

Y si hasta un día me asqueo

y con todo me mosqueo,

se me ocurre suicidarme:

¡me convertiré en un héroe!

 

La Polla Récords: “Estrella del rock” (1984).

 


 

Putney es un barrio de Londres al lado del Támesis y de sus puentes. Atravesando uno de ellos, Ramoncín vio una vez cómo la policía sacaba a un suicida del río. Llevaba una chaqueta con el emblema detrás de los punk The Clash. Esta amarga experiencia le llevó a componer la canción “Putney Bridge” (1980).

 

El último punk se suicida en Putney Bridge.

Su cuero negro lleva el nombre de los Clash.

Se ha tirado sin mirar atrás

 

Ramoncín: "Putney Bridge" (1980).

 


 

En “Pobre Sara” (1991) de Los Suaves, Sara es una joven de 15 años que sufre en silencio que su padre la viole noche tras noche. Una de ellas, después de la enésima violación, decide poner fin a su vida:

 

Las noches de Sara se arrastran de ruina, miseria y dolor.

Perro de la madrugada, su padre le enseña lo que es el amor.

Sara llora en su almohada, la cama regada de asco y sudor

Sirenas de muerte llaman tras los cristales de su habitación

Y se fue, se marchó y yo estoy solo (…)

Nunca le contó a nadie, no puede contarle a nadie,

por qué aquella noche Sara murió.

 

Los Suaves: “Pobre Sara” (1991).

 


 Enlaces relacionados:

Bioética y rock: rock y eutanasia.

Bioética y rock: rock y homicidio. 

Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria. Coautor del libro Profesor de Secundaria, y colaborador en la obra colectiva Elogio del Cientificismo junto a Mario Bunge et alAutor del libro Filosofia y Heavy Metal (Ed. Laetoli, 2021).



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