Portada del 2º álbum de Iron Maiden: Killers (1981).
18/12/2021
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Seguimos repasando las temáticas de la Bioética. En
entradas anteriores ya hemos hablado del suicidio y también de la eutanasia yel suicidio asistido. En ellas también ha aparecido el homicidio. Vamos a
ocuparnos ahora un poco más de él.
El homicidio
consiste en que una persona le quita la vida a otra en contra de su voluntad
(si no, estaríamos ante el suicidio asistido). El
Código Penal distingue homicidio de asesinato, entendiendo a este como un homicidio agravado por las
circunstancias de alevosía, ensañamiento, precio o para cometer otro delito o
evitar que se descubra. El homicidio puede ser doloso, cuando se hace con clara
intencionalidad de matar, y culposo o imprudente cuando tiene lugar sin
intencionalidad pero sí a causa de la negligencia o imprudencia de quien lo
comete.
El homicidio es uno de los casos en los que existe
mayor consenso ético acerca de su inmoralidad. Sin embargo, analizado en
profundidad, no es tan sencillo.
Para las
religiones, la vida suele considerarse santa. Pero eso lo que significa es
que la vida le pertenece a Dios, y no al ser vivo. Es decir, cualquier ser
vivo, en nuestro caso el ser humano, no es dueño de su propia vida, sino que la
disfruta a modo de préstamo que Dios le hace. De ahí que solo Dios, que puede
dar la vida, sea el único que también pueda quitarla. Es por esa razón que las
religiones condenan el homicidio y también el suicidio, el aborto o la
eutanasia, porque son actos que hacen un uso de la vida que solo corresponde a
Dios.
Pero eso no significa que matar esté mal en sí
mismo: la bondad o maldad del homicidio depende de si Dios lo ordena o no. Eso
explica que en la Biblia (o en otros textos religiosos) haya tantos mandatos
divinos para matar. Por ejemplo, Dios mismo ordena este genocidio al rey Saúl:
Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré
lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto.
Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de
él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos
y asnos. (1 Samuel 15, 2-3).
De esta forma, es más fácil entender el mandamiento
bíblico de “No matarás” (Éxodo 20, 13 y Deuteronomio 5, 17). En su contexto, lo
que significa es: no
matarás… si yo (Dios) no te lo ordeno. La prueba es que
inmediatamente después de que Moisés bajara del monte Sinaí con las dos tablas
de los 10 mandamientos, incluyendo este mismo “No matarás” escrito, Dios mismo
le ordenó matar a quienes en su ausencia habían adorado a un becerro de oro:
Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de
Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a
puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su
pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y
cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres. (Deuteronomio 32,
27-28).
En su origen, la condena del homicidio solo
alcanzaba a los miembros del mismo grupo. Todas las culturas prohíben y
castigan el homicidio de un miembro del grupo pero no el de extraños, y hasta
puede que lo consideren algo bueno y hasta obligatorio. En los inicios de
nuestra moral, las normas morales primitivas
no se extendían más allá de los límites del propio grupo, banda o tribu. Progresivamente
se ha ido produciendo un ensanchamiento del círculo moral, es decir, se ha ido
aumentando el número de sujetos hacia los que se considera que tenemos deberes
morales por ser ellos sujetos de derechos morales. Así, hoy día, el derecho a
la vida y el reproche del homicidio se extiende a todos los seres humanos sin
distinción de ninguna clase (étnica, social, sexual, religiosa, etc.).
Aun así, sigue habiendo excepciones o casos dudosos
que ya había incluso en nuestros orígenes. En las bandas primitivas era
habitual el homicidio de miembros del grupo que se consideraran peligrosos para
la supervivencia del propio grupo: traidores, gorrones o abusones solían ser
víctimas de coaliciones de los demás en su contra para matarlos. Conducta que
también se ha observado por parte de los etólogos en manadas de chimpancés.
La pena de
muerte es otro asunto polémico. Históricamente, ciertos crímenes
considerados especialmente graves han sido castigados con la muerte del
culpable. La tendencia histórica es a la abolición de la pena de muerte, pero
aun así sigue
vigente en multitud de países actualmente, entre ellos China o
algunos Estados de EEUU.
La guerra
es otro tema en donde el homicidio se relativiza: las mismas culturas que
reprochan el homicidio hacia dentro del grupo lo alaban y estimulan hacia fuera
del grupo en caso de guerra. Los soldados que regresan de la guerra (vivos o
muertos) no lo hacen como asesinos sino como héroes. La canción “Johnny” (1993)
de la Polla Récords expresa lo anterior cuando, hablando de un piloto americano
que tira bombas desde su avión, dice irónicamente:
Johnny no mata a la gente: elimina el objetivo.
Johnny no es un asesino: Johnny tiene un buen
oficio.
Filosóficamente, esto plantea la cuestión llamada
de la “guerra justa”: ¿cuándo una
guerra es justa y por tanto los homicidios causados en ella están justificados?
Para el pacifismo y el antibelicismo ninguna guerra es justa, pero desde otras
perspectivas se han intentado mostrar argumentos a favor. Por ejemplo, se
plantea la duda de si un Estado o un grupo armado está legitimado para hacer la
guerra a otro por un bien mayor: para acabar con una dictadura o para liberar a
otro Estado o grupo oprimido. Aquí depende muchas veces de la perspectiva:
desde un punto de vista puede estar justificado y desde el contrario no. Así,
un mismo grupo puede ser considerado un grupo terrorista o unos héroes según cómo
se mire. Los guerrilleros españoles durante la guerra de independencia del
siglo XIX serían héroes para los españoles pero terroristas para Napoleón
(usando anacrónicamente el término). Lo mismo cabe decir para grupos armados
islamistas, independentistas o de extrema izquierda o extrema derecha.
Una cuestión más es la de la legítima defensa, único argumento que se admite como justificación moral
y legal de un homicidio. De hecho, la guerra justa se entiende por parte de
quienes la admiten como un caso de legítima defensa a gran escala. Para que un
homicidio se justifique como legítima defensa deben darse varias condiciones,
principalmente que no haya otra alternativa para defender otra vida. Es decir,
el homicidio en legítima defensa solo puede darse cuando es la única forma de evitar
otro homicidio, ya sea la de uno mismo o la de un tercero.
Históricamente encontramos otras justificaciones para el homicidio que hoy día nos parecen
censurables y en su momento estaban vinculadas a la cultura del honor. Por
ejemplo, los duelos por honor, en
los que ofendido y ofensor por cuestiones de honor se batían en duelo a muerte.
Por ejemplo, el que luego fuera 7º presidente de los EEUU, Andrew
Jackson, se batió en duelo y mató a Charles Dickinson, que por
cierto era tan aficionado a los duelos que había ganado antes 26 de ellos hasta
que se topó con Jackson. Otro ejemplo son los que antes se llamaban crímenes pasionales: feminicidios en
los que el marido ultrajado acaba con la vida de la esposa.
El rock no es ajeno al homicidio. Tristemente, hay
episodios de homicidio en la historia del rock. Uno de ellos es el asesinato de
John Lennon (The Beatles) por parte de un fan en 1980. The Cranberries trata de
ese crimen en la canción “I just shot John Lennon” (1996):
The Cranberries: “I just
shot John Lennon” (1996)
Otro crimen similar fue el asesinato de Dimebag
Darrell, guitarrista de Pantera, también a manos de otro fan en 2004.
Un caso muy distinto fue el que se dio entre bandas
noruegas de black metal en 1993: Varg Vikernes, de Burzum, asesinaba a Euronymous,
del grupo Mayhem. Ya comentábamos en la entrada dedicada al suicidio que
Euronymous había encontrado muerto a Dead, otro miembro de su grupo, después de
suicidarse a cuchillazos y finalmente de un disparo. Recordemos que le
fotografió y que esa foto se utilizó posteriormente como portada de uno de sus discos.
Pues bien, Euronymous fue quien financió el proyecto musical de Varg Vikernes,
Burzum, hasta que en un enfrentamiento entre ambos Vikernes mató a Euronymous
(el cuerpo presentaba 23 puñaladas en total).
Independientemente de esas excepciones, lo cierto
es que la relación del rock duro con el homicidio suele estar en su tendencia
romántica hacia la muerte, lo oscuro y lo siniestro. Multitud de canciones
están ambientadas o remiten a guerras, genocidios, asesinatos u otras
atrocidades. Así, por ejemplo, la canción “213” (1994) de Slayer habla de un famoso
asesino (y además caníbal), Jeffrey Dahmer: entre 1978 y 1991 mató se comió a
17 personas.
Slayer: “213” (1994)
Otro criminal que aparece en las canciones de
varios grupos es Jack el Destripador: Judas Priest, Motörhead y Iced Earth le
han dedicado canciones al famoso asesino.
Judas Priest: “Jack the
Ripper” (1976)
Motörhead: “Jack the
Ripper” (1992)
Iced Earth: “Jack” (2001)
Aunque, sin duda, la banda que destaca es Patente de Corso, cuyo álbum From Hell (2016) es un disco conceptual dedicado completamente a Jack el Destripador.
Patente de Corso: “Mi nombre es Jack” (2016)
Para terminar, vamos a mencionar algunas canciones de rock duro español que hacen menciones al homicidio de diferentes formas.
Los Suaves: “Muerte en el
rock” (1982)
John
Lennon fue asesinado por un fan en 1980. Dos años después Los Suaves publicaban
esta canción inspirada en el crimen y mostrando tanto su dolor por lo sucedido
como su crítica a quienes inmediatamente después ya hacían negocio con su
muerte:
Falsos
homenajes, muchas canciones.
Los
comerciantes ganan millones.
Sueños
terminados.
Tenías
razón, te recordamos.
Adiós,
John.
Eskorbuto: “Tamara” (1986)
En
la canción se habla en primera persona de una anciana nauseabunda que le pedía
al cantante que le diera besos en la boca cuando él era un niño. Años más tarde
vuelve a encontrársela y se repite la historia, pero ahora él ya no es un niño:
Saqué
mis cadenas y la golpeé.
Saqué
mi cuchillo y se lo clavé.
Su
sangre corría hacia un vertedero de basura.
Ella
moría contra la pared y yo reía.
¡Muérete!
Loquillo y Los Trogloditas:
“La mataré” (1987)
La
canción describe los pensamientos celosos y asesinos de un novio despechado y
sus amenazas de matarla a punta de navaja si vuelve a verla:
Que
no la encuentre jamás
o
sé que la mataré.
Solo
quiero matarla
a
punta de navaja,
besándola
una vez más.
Barricada: “Obsesión” (1988)
La
canción describe la tortura del día a día de una mujer que es maltratada por su
marido al igual que sus hijos. Un día ella decide llevar a cabo el plan que la
obsesiona para terminar definitivamente con su calvario:
En
la sombra esperas
el
momento de saltar.
Ya
no hay prisa por acabar
lo
que tanto has deseado.
En
tus manos un cuchillo,
decidida
a terminar.
En
la silla sentado,
borracho
está como siempre.
Un
buen golpe en el corazón,
ojalá
nunca despierte.
Soziedad Alkohólika: “La
última partida” (1990)
La
canción habla de una prostituta cuyo proxeneta la maltrata, le quita el dinero
y se lo gasta en el juego. Hasta que ella decide cortar por lo sano,
literalmente:
Cuando
estuvo dormido
no
se cortó para nada.
Con
un cuchillo eléctrico
le
serró la garganta.
La
yugular cortada,
la
nuez partida en dos.
Como
un cerdo en el matadero,
el
cerdo se desangraba.
Platero y Tú: “La maté
porque era mía” (1991)
La
historia de esta canción es la de un hombre que asesina a su novia por serle
infiel, aunque la letra también puede interpretarse como que era una prostituta
de la que se había enamorado. El caso es que él la mata y es detenido por eso,
al tiempo que es acosado por periodistas que quieren “carnaza” para su
amarillismo morboso.
No
saquéis fotografías,
tengo
el cuerpo ensangrentado (…)
Sólo
veo periodistas
que
me dan algún dinero
por
salir en sus revistas (…)
Yo
no quiero tu portada,
periodista
escandaloso.
No
quiero que con su sangre
puedas
escribir mentiras.
La
maté porque la amaba,
la
maté porque era mía.
La Polla Récords: “Barby” (1992)
La
canción se mete en la cabeza de un sádico asesino en serie de mujeres. Vigila a
sus víctimas y las asusta hasta que, finalmente, las mata y se excita con ello.
También colecciona las fotografías de sus cadáveres.
Lleno de amor rompí tu carne .
Mojé
mi cuchillo y moje mi pantalón.
Veo
que un frío policía
dispara
su flash y te ilumina
Tu
cuerpo y tu cara en ese instante
están
en mi pared en un recorte,
junto
a las otras.
Koma: “Jack Queen Jack” (2000)
En
la canción se habla de un policía que acaba en la cárcel por corrupción.
Anteriormente, el protagonista de la canción también había sido encarcelado por
su culpa. Pero hay otro personaje más en prisión: Jack Queen Jack. Es amigo del
protagonista y está deseando conocer al policía que acaba de llegar:
Tengo
amigos dentro que darían
lo
que fuera por tenerme contento.
Uno
en especial te quiere conocer,
ven
y te lo presento:
Este
es Jack,
el
extirpador de amígdalas.
Jack
Queen Jack.
Su
aliento en tu nuca pronto reconocerás.
Lujuria: “Espinas en el
corazón” (2005)
Lujuria
narra aquí la triste realidad del maltrato de tantas mujeres. Lo que empieza
como amor romántico y se transforma en tortura diaria. Y también relata el
triste final de muchas de ellas:
Siempre
la misma amenaza:
“Si
te marchas te mato, mi amor” (…)
Cuando
al fin cerró la maleta
un
hierro frío quema su sien.
“Para
nadie será tu sonrisa”.
Suena
un disparo, ha sido él.
Enlaces relacionados:
Bioética
y rock: rock y suicidio.
Bioética y rock: rock y eutanasia.
Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria. Coautor del libro Profesor de Secundaria, y colaborador en la obra colectiva Elogio del Cientificismo junto a Mario Bunge et al. Autor del libro Filosofia y Heavy Metal (Ed. Laetoli, 2021).
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