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En la entrada anterior hablábamos de bioética y
suicidio. En esta vamos a continuar con la bioética y con otro tema ya señalado
en aquella: la eutanasia.
“Eutanasia” es “buena muerte” en griego. Aquí
debemos entender por “buena”: digna. De ahí que también se hable de “muerte
digna”. Asumiendo que el suicidio es un derecho y que no es indigno per se, de lo que se trataría ahora es
de que este fin de la vida tuviera una forma digna, es decir, acorde con la
dignidad humana. Dicho de otra manera: que quien quisiera acabar con su vida no
tuviera que hacerlo de formas indignas sino mediante un procedimiento no
doloroso ni humillante.
Se suele emplear el término para referirse a dos
cosas distintas pero relacionadas con el suicidio o el fin de la propia vida
(del que hablábamos en la otra entrada): la eutanasia y el suicidio asistido.
Por un lado estaría la eutanasia propiamente dicha y que refiere a aquellos casos en los
que se plantea terminar (de forma digna) con la vida de una persona sumida en
una situación irreversible y de dolor (físico o psicológico) insufrible y sin
que pueda hacerlo ella misma. Tienen que darse, pues, estas condiciones: a) su
situación es irreversible, b) produce un grave dolor físico o psicológico, c)
la persona no puede suicidarse por sí misma.
Para complicarlo más, la eutanasia puede ser de
varios tipos: por un lado, voluntaria, involuntaria y no voluntaria, y por
otro, activa o pasiva. Eutanasia voluntaria es la que la persona solicita
explícitamente. Involuntaria la que rechaza expresamente si se le hiciera (y
que, en realidad, sería un homicidio sin dolor). La no voluntaria es la más
complicada, pues refiere a situaciones en las que la persona no puede
pronunciarse sobre si quiere o no la eutanasia y la decisión recae en otras
personas como familiares o médicos. Eutanasia activa es aquella en la que se
emplean métodos activos para producir la muerte (una inyección letal, por
ejemplo) y pasiva es la que consiste en “dejar morir” dejando de utilizar
medios que mantienen artificialmente la vida (respiradores artificiales, por
ejemplo). Cruzando los dos criterios tendríamos la siguiente tabla:
Eutanasia |
Activa |
Pasiva |
Voluntaria |
A |
D |
Involuntaria |
B |
E |
No voluntaria |
C |
F |
La eutanasia que menos problemas plantea es la
involuntaria por su rechazo generalizado: realmente es un homicidio sin
crueldad y contra la voluntad expresa de la víctima. Tan solo cabe imaginar
casos extremos en los que pudiera haber dudas, por ejemplo, el padre que da un
veneno a sus hijos para evitar que unos sádicos los torturen antes de matarlos.
Las demás combinaciones suscitan múltiples
respuestas, unas a favor y otras en contra. Por ejemplo, hay quienes admiten la
eutanasia pasiva pero no la activa, entendiendo que no es lo mismo matar que dejar morir. Y hay quienes consideran que dicha distinción es
irrelevante.
La eutanasia voluntaria es la que cada vez gana más
consenso, en tanto que se basa en el valor de la libertad y parece una opción
razonable (y triste) para quien se encuentra en una situación tan dolorosa e
irreversible. En este caso el punto débil es la garantía de que la decisión es
realmente libre, de ahí que se exijan pruebas de esa libertad: que el sujeto
esté en plenas condiciones mentales, que reafirme su voluntad varias veces,
etc. La Ley
3/2021 que regula la eutanasia en España (así como las similares de
otros países) van en esta dirección.
La eutanasia no voluntaria es la más problemática,
como decíamos, al faltar voluntad expresa del sujeto. El dilema es que otra
persona, familiar o médico, debe suponer qué preferiría el sujeto, si seguir
vivo pese a ese dolor grave e irreversible, o si preferiría terminar cuanto
antes con su vida.
El suicidio
asistido es más amplio que la eutanasia (podría decirse que la eutanasia es
un subconjunto del suicidio asistido). En este caso tendríamos a un sujeto que
decide terminar con su vida y que además sí que puede suicidarse por sí mismo.
No es necesario que padezca una enfermedad ni que esta sea especialmente grave
ni irreversible. Basta con que haya decidido querer morir por los motivos que
él considere (por ejemplo, si piensa que su vida ya no merece la pena) siempre
que esta decisión sea libre y esté en pleno uso de sus facultades y aun así insista
en esta decisión. Tampoco hace falta que no pueda suicidarse por sí mismo, sí
que puede pero no quiere hacerlo de cualquier forma sino de una manera digna
(indolora y no humillante) y para la cual necesita asistencia de otras personas.
En otras palabras: un suicida que no quiere tirarse de un puente ni ahorcarse ni
pegarse un tiro sino que le pongan una inyección letal, por ejemplo.
El suicidio asistido nos lleva de nuevo a la
temática general del suicidio que veíamos en la entrada anterior acerca de la
moralidad o inmoralidad de suicidarse. El suicidio asistido asume que es una
opción moral y que no empaña la dignidad de quien lo decide, y que por eso
mismo debe realizarse de formas dignas, ofreciendo al suicida los medios para
ello. El problema moral reside ya no tanto en el propio suicidio (asumiendo que
es una opción digna) cuanto en el hecho de que hace falta que otra persona
colabore activamente en él. Para quienes admiten la santidad de la vida, por
ejemplo, es algo impensable. Otros, que podrían estar a favor de la eutanasia,
en este caso podrían poner reparos al no haber necesariamente un dolor grave e
irreversible o al poder suicidarse la propia persona. Y otros lo entienden como
un derecho siempre que se cumplan requisitos de que el suicida realmente ha
tomado esa decisión de forma libre y meditada. Al entenderlo como un derecho,
afirman que si alguien tiene un derecho, otro tiene una obligación, por lo que
el derecho al suicidio digno implica la obligación de ayudar al suicida a que,
efectivamente, sea por medios dignos.
El rock duro también ha entrado en estos temas y lo ha hecho posicionándose claramente a favor de la muerte digna y la libertad de elección, y especialmente de la eutanasia. Destaca la canción antibelicista “One” (1988) de Metallica, en la que un soldado mutilado suplica que lo maten. El vídeo incluye imágenes de la película Johnny cogió su fusil (1971).
Repasamos, para terminar, algunas
canciones al respecto en el ámbito del rock duro español:
Soziedad Alkohólika: “Como
una mierda” (1993)
La
canción de Soziedad Alkohólika
pone voz a un enfermo en estado vegetativo que pide la eutanasia pasiva para
que le desenganchen de la máquina que le mantiene vivo artificialmente contra
su voluntad y le hace sentir “como una mierda pinchada en un palo”:
No
hay quien soporte este tormento.
Mi
vista se nubla y no puedo hablar.
Mi
cuerpo es sólo un envoltorio muerto.
Esto
es una tortura.
¿A
qué cojones estáis jugando?
Si
no hay solución: ¿para qué todo esto?
Dejad
de mirar: desenchufad el trasto (…)
Exijo
mi derecho a disfrutar
de
una muerte con dignidad.
¡Es
que yo quiero acabar!
Disidencia: “Derecho a la
eutanasia” (1997)
El
título de la canción de Disidencia
deja claro el posicionamiento del grupo a favor de la eutanasia. En la canción critican
a quienes se oponen a la eutanasia pero luego la piden si les toca a ellos
estar en esa situación.
¿Por
qué más vegetales?
¿Por
qué más terminales?
¿Por
qué más sufrimiento?
Muerte
o solución.
Si
ya no tienes vida,
si
no hay alternativa:
Derecho
a la eutanasia
es
la solución.
WarCry: “El amor de una
madre” (2005).
La
canción de WarCry plantea el dilema de una
madre a la que su hijo, gravemente enfermo, le pide que termine con su vida.
Ella le hace caso y por eso mismo termina en la cárcel. El grupo se solidariza
con ella, entendiendo que lo que ha hecho es un acto de amor de una madre.
Y
le pidió que acabara pronto
con
todo el dolor que su alma aguantaba.
Él
decidió que la madre que una vez vida le dio
ahora
se la quitara.
Reincidentes: “Vida (a
Eluana Englaro)” (2017)
La
canción de Reincidentes está basada
en un hecho real: el
caso de Eluana Englaro. Esta mujer quedó en estado vegetativo irreversible
en 1992 a causa de un accidente de tráfico. Tenía 21 años. Su padre solicitó su
eutanasia pasiva de acuerdo a la voluntad que le había expresado ella
anteriormente: dejar de alimentarla artificialmente. Dicha solicitud generó
todo un proceso judicial y una polémica política en Italia acerca de la
eutanasia. Finalmente se le pudo retirar la alimentación artificial en 2009.
No
siento, soy nada.
Una
sonda alimenta mi juventud.
Soy
libre, no hay miedo.
No
hay dolor, tan solo frustración.
La
vida, mentira
que
va girando a mi alrededor.
No
me claves tu piedad hueca.
Mägo de Oz: “Quiero que
apagues mi luz” (2021)
La
canción de Mägo de Oz también está
basada en otra historia real: la historia de Ángel Hernández y María José Carrasco.
Ella tenía una esclerosis múltiple muy avanzada que le impedía valerse por sí
misma y desde hacía años había expresado su deseo de morir. Su marido, Ángel
Hernández, le suministró un veneno conforme a su voluntad y ella murió. Fue
condenado en su momento aunque después absuelto
al entrar en vigor la ley de eutanasia.
Cierra
mis ojos y bésame, amor.
Déjame
irme, haz que pare el dolor.
Ayúdame
a marcharme de aquí.
¡Quiero
poder decidir!
Enlaces relacionados:
Bioética
y rock: rock y suicidio.
Bioética
y rock: rock y homicidio.
Andrés
Carmona Campo. Licenciado
en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un
Instituto de Enseñanza Secundaria. Coautor del libro Profesor
de Secundaria, y colaborador en la obra colectiva Elogio
del Cientificismo junto a Mario Bunge et al. Autor del libro Filosofia
y Heavy Metal (Ed. Laetoli, 2021).
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