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Bioética y rock: rock y eutanasia (Andrés Carmona)

 


Carátula del EP de Metallica: One (1989)

 11/12/2021

 

Playlist del artículo para que puedas escucharlo mientras lees: enlace

 

En la entrada anterior hablábamos de bioética y suicidio. En esta vamos a continuar con la bioética y con otro tema ya señalado en aquella: la eutanasia.

 

“Eutanasia” es “buena muerte” en griego. Aquí debemos entender por “buena”: digna. De ahí que también se hable de “muerte digna”. Asumiendo que el suicidio es un derecho y que no es indigno per se, de lo que se trataría ahora es de que este fin de la vida tuviera una forma digna, es decir, acorde con la dignidad humana. Dicho de otra manera: que quien quisiera acabar con su vida no tuviera que hacerlo de formas indignas sino mediante un procedimiento no doloroso ni humillante.

 

Se suele emplear el término para referirse a dos cosas distintas pero relacionadas con el suicidio o el fin de la propia vida (del que hablábamos en la otra entrada): la eutanasia y el suicidio asistido.

 

Por un lado estaría la eutanasia propiamente dicha y que refiere a aquellos casos en los que se plantea terminar (de forma digna) con la vida de una persona sumida en una situación irreversible y de dolor (físico o psicológico) insufrible y sin que pueda hacerlo ella misma. Tienen que darse, pues, estas condiciones: a) su situación es irreversible, b) produce un grave dolor físico o psicológico, c) la persona no puede suicidarse por sí misma.

 

Para complicarlo más, la eutanasia puede ser de varios tipos: por un lado, voluntaria, involuntaria y no voluntaria, y por otro, activa o pasiva. Eutanasia voluntaria es la que la persona solicita explícitamente. Involuntaria la que rechaza expresamente si se le hiciera (y que, en realidad, sería un homicidio sin dolor). La no voluntaria es la más complicada, pues refiere a situaciones en las que la persona no puede pronunciarse sobre si quiere o no la eutanasia y la decisión recae en otras personas como familiares o médicos. Eutanasia activa es aquella en la que se emplean métodos activos para producir la muerte (una inyección letal, por ejemplo) y pasiva es la que consiste en “dejar morir” dejando de utilizar medios que mantienen artificialmente la vida (respiradores artificiales, por ejemplo). Cruzando los dos criterios tendríamos la siguiente tabla:

 

Eutanasia

Activa

Pasiva

Voluntaria

A

D

Involuntaria

B

E

No voluntaria

C

F

 

La eutanasia que menos problemas plantea es la involuntaria por su rechazo generalizado: realmente es un homicidio sin crueldad y contra la voluntad expresa de la víctima. Tan solo cabe imaginar casos extremos en los que pudiera haber dudas, por ejemplo, el padre que da un veneno a sus hijos para evitar que unos sádicos los torturen antes de matarlos.

 

Las demás combinaciones suscitan múltiples respuestas, unas a favor y otras en contra. Por ejemplo, hay quienes admiten la eutanasia pasiva pero no la activa, entendiendo que no es lo mismo matar que dejar morir. Y hay quienes consideran que dicha distinción es irrelevante.

 

La eutanasia voluntaria es la que cada vez gana más consenso, en tanto que se basa en el valor de la libertad y parece una opción razonable (y triste) para quien se encuentra en una situación tan dolorosa e irreversible. En este caso el punto débil es la garantía de que la decisión es realmente libre, de ahí que se exijan pruebas de esa libertad: que el sujeto esté en plenas condiciones mentales, que reafirme su voluntad varias veces, etc. La Ley 3/2021 que regula la eutanasia en España (así como las similares de otros países) van en esta dirección.

 

La eutanasia no voluntaria es la más problemática, como decíamos, al faltar voluntad expresa del sujeto. El dilema es que otra persona, familiar o médico, debe suponer qué preferiría el sujeto, si seguir vivo pese a ese dolor grave e irreversible, o si preferiría terminar cuanto antes con su vida.

 

El suicidio asistido es más amplio que la eutanasia (podría decirse que la eutanasia es un subconjunto del suicidio asistido). En este caso tendríamos a un sujeto que decide terminar con su vida y que además sí que puede suicidarse por sí mismo. No es necesario que padezca una enfermedad ni que esta sea especialmente grave ni irreversible. Basta con que haya decidido querer morir por los motivos que él considere (por ejemplo, si piensa que su vida ya no merece la pena) siempre que esta decisión sea libre y esté en pleno uso de sus facultades y aun así insista en esta decisión. Tampoco hace falta que no pueda suicidarse por sí mismo, sí que puede pero no quiere hacerlo de cualquier forma sino de una manera digna (indolora y no humillante) y para la cual necesita asistencia de otras personas. En otras palabras: un suicida que no quiere tirarse de un puente ni ahorcarse ni pegarse un tiro sino que le pongan una inyección letal, por ejemplo.

 

El suicidio asistido nos lleva de nuevo a la temática general del suicidio que veíamos en la entrada anterior acerca de la moralidad o inmoralidad de suicidarse. El suicidio asistido asume que es una opción moral y que no empaña la dignidad de quien lo decide, y que por eso mismo debe realizarse de formas dignas, ofreciendo al suicida los medios para ello. El problema moral reside ya no tanto en el propio suicidio (asumiendo que es una opción digna) cuanto en el hecho de que hace falta que otra persona colabore activamente en él. Para quienes admiten la santidad de la vida, por ejemplo, es algo impensable. Otros, que podrían estar a favor de la eutanasia, en este caso podrían poner reparos al no haber necesariamente un dolor grave e irreversible o al poder suicidarse la propia persona. Y otros lo entienden como un derecho siempre que se cumplan requisitos de que el suicida realmente ha tomado esa decisión de forma libre y meditada. Al entenderlo como un derecho, afirman que si alguien tiene un derecho, otro tiene una obligación, por lo que el derecho al suicidio digno implica la obligación de ayudar al suicida a que, efectivamente, sea por medios dignos.

 

El rock duro también ha entrado en estos temas y lo ha hecho posicionándose claramente a favor de la muerte digna y la libertad de elección, y especialmente de la eutanasia. Destaca la canción antibelicista “One” (1988) de Metallica, en la que un soldado mutilado suplica que lo maten. El vídeo incluye imágenes de la película Johnny cogió su fusil (1971).

 



Repasamos, para terminar, algunas canciones al respecto en el ámbito del rock duro español:

 

Soziedad Alkohólika: “Como una mierda” (1993)

 

La canción de Soziedad Alkohólika pone voz a un enfermo en estado vegetativo que pide la eutanasia pasiva para que le desenganchen de la máquina que le mantiene vivo artificialmente contra su voluntad y le hace sentir “como una mierda pinchada en un palo”:

 

No hay quien soporte este tormento.

Mi vista se nubla y no puedo hablar.

Mi cuerpo es sólo un envoltorio muerto.

Esto es una tortura.

¿A qué cojones estáis jugando?

Si no hay solución: ¿para qué todo esto?

Dejad de mirar: desenchufad el trasto (…)

Exijo mi derecho a disfrutar

de una muerte con dignidad.

¡Es que yo quiero acabar!

 


 

Disidencia: “Derecho a la eutanasia” (1997)

 

El título de la canción de Disidencia deja claro el posicionamiento del grupo a favor de la eutanasia. En la canción critican a quienes se oponen a la eutanasia pero luego la piden si les toca a ellos estar en esa situación.

 

¿Por qué más vegetales?

¿Por qué más terminales?

¿Por qué más sufrimiento?

Muerte o solución.

Si ya no tienes vida,

si no hay alternativa:

Derecho a la eutanasia

es la solución.

 


 

WarCry: “El amor de una madre” (2005).

 

La canción de WarCry plantea el dilema de una madre a la que su hijo, gravemente enfermo, le pide que termine con su vida. Ella le hace caso y por eso mismo termina en la cárcel. El grupo se solidariza con ella, entendiendo que lo que ha hecho es un acto de amor de una madre.

 

Y le pidió que acabara pronto

con todo el dolor que su alma aguantaba.

Él decidió que la madre que una vez vida le dio

ahora se la quitara.

 


 

Reincidentes: “Vida (a Eluana Englaro)” (2017)

 

La canción de Reincidentes está basada en un hecho real: el caso de Eluana Englaro. Esta mujer quedó en estado vegetativo irreversible en 1992 a causa de un accidente de tráfico. Tenía 21 años. Su padre solicitó su eutanasia pasiva de acuerdo a la voluntad que le había expresado ella anteriormente: dejar de alimentarla artificialmente. Dicha solicitud generó todo un proceso judicial y una polémica política en Italia acerca de la eutanasia. Finalmente se le pudo retirar la alimentación artificial en 2009.

 

No siento, soy nada.

Una sonda alimenta mi juventud.

Soy libre, no hay miedo.

No hay dolor, tan solo frustración.

La vida, mentira

que va girando a mi alrededor.

No me claves tu piedad hueca.

 


 

Mägo de Oz: “Quiero que apagues mi luz” (2021)

 

La canción de Mägo de Oz también está basada en otra historia real: la historia de Ángel Hernández y María José Carrasco. Ella tenía una esclerosis múltiple muy avanzada que le impedía valerse por sí misma y desde hacía años había expresado su deseo de morir. Su marido, Ángel Hernández, le suministró un veneno conforme a su voluntad y ella murió. Fue condenado en su momento aunque después absuelto al entrar en vigor la ley de eutanasia.

 

Cierra mis ojos y bésame, amor.

Déjame irme, haz que pare el dolor.

Ayúdame a marcharme de aquí.

¡Quiero poder decidir!

 


 Enlaces relacionados:

Bioética y rock: rock y suicidio.

Bioética y rock: rock y homicidio. 

Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria. Coautor del libro Profesor de Secundaria, y colaborador en la obra colectiva Elogio del Cientificismo junto a Mario Bunge et alAutor del libro Filosofia y Heavy Metal (Ed. Laetoli, 2021).




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