06/06/2020
José Luis Campuzano “Sherpa” tiene el honor de
haber compuesto una de las canciones himno del heavy metal patrio: “Hijos de Caín”, que
cierra uno de los discos más emblemáticos del grupo Barón Rojo (En un lugar de la marcha, 1985, Chapa
Discos).
En ella, el mito de Abel y Caín se invierte, pasando Abel a ser “mezquino y cobarde, el siervo de su Señor” y Caín el “que no entró en el juego y que se rebeló”. La canción, como buen clásico que ya es, queda abierta a la interpretación. Eso es un clásico: una obra de arte que transciende el momento concreto de su creación, y aun la intención del autor, para tomar vida propia, hacerse intemporal y poder dar respuestas o generar nuevas preguntas mucho tiempo después (como pasa cuando leemos La República de Platón, por ejemplo, ¡2500 años después!).
Treinta y cinco años después de la canción, su
autor ha vuelto a ponerse en la picota a raíz de su actividad en Twitter y la
polémica que ha generado. Pero ¿qué ha pasado exactamente y por qué le puede
interesar a alguien como yo que me dedico a la filosofía (aparte de ser
apasionado del heavy metal y de Barón
Rojo en particular).
El contexto general es la pandemia de COVID-19 que
estamos padeciendo y que ha paralizado al mundo entero durante unos meses, y el
clima de crispación política en el que estamos inmersos. Tenemos el primer
gobierno de coalición de socialistas con comunistas desde la IIª República
(para ser justos, hay que matizar que en Unidas Podemos hay comunistas –del
PCE, como el ministro Alberto Garzón-, pero no todos lo son, ni siquiera la
mayoría, aunque sí estén todos a la izquierda de la socialdemocracia del PSOE).
Dicho gobierno ha llegado después de otro momento muy tenso también como ha
sido el del llamado procés en
Catalunya, con varias elecciones fallidas y con una oposición muy contundente
por parte de las tres derechas: Ciudadanos, PP y Vox. Aquí hay que destacar a
Vox por cuanto es la primera vez que un partido de extrema derecha tiene
relevancia política en España desde la transición. Desde esta derecha se ha
impulsado, o por lo menos apoyado, a varias muestras de rechazo al gobierno de
izquierdas a través de caceroladas, escraches y manifestaciones. El caso es que
el clima político es convulso y complicado.
Pues bien, en medio de todo esto, Sherpa (@Sherpabaron)
empezó a tuitear en contra del gobierno y a favor de esas caceroladas. La web
satírica Metal
por Detrás aprovechó la ocasión y realizó un montaje de Sherpa con
el logo de Vox, con esta intención, según su autor:
«El subtexto del único chiste era algo así como "Sherpa es tan de derechas
que acaba en el partido que está más a la derecha"». El caso es que lo que comenzó como una parodia acabó como un bulo (en este otro enlace hemos hablado de bulos como este, hacia el final),
con advertencias de querellas, la retirada de la parodia y algunos medios de
comunicación que rara vez se fijan en el heavy
metal interesándose en el asunto. El diario ABC, contrario al gobierno, dio voz a Sherpa
en una entrevista en la que este se explayó a gusto y aumentó el alcance de la
polémica. Tanto es así que el grupo Barón Rojo (@GrupoBaronRojo) ha
emitido un comunicado desvinculándose de dichas declaraciones y de
toda esta polémica (el
comunicado en Twitter). No obstante, los encontronazos entre los
hermanos De Castro y Sherpa ya
venían de antes. Pero es que incluso los compañeros del propio
Sherpa en su grupo actual, Los
Barones (@LosBaronesRock), se han desvinculado
de sus declaraciones.
La reacción ha tenido dos vertientes: una de
rechazo absoluto a las declaraciones de Sherpa y otra de ánimo y apoyo al
compositor, bastante vinculadas a las filias y fobias políticas de unos y otros.
El caso es que todo esto ha llamado la atención a más de uno: ¿un heavy “facha”? Pero ¿los heavies no eran
de izquierdas? ¿Qué relación hay entre el heavy
metal y la política? ¿Quiénes son aquí los hijos de Caín? ¿Y por qué me
interesa este asunto desde la filosofía? Empiezo por lo último.
Mientras escribo esto tengo un libro en pleno
proceso de maquetación para pasar a imprenta y publicarse lo antes posible (la
COVID-19 lo ha retrasado todo). El libro se llama Filosofía y Heavy Metal y lo saca la editorial especializada en
pensamiento crítico Laetoli
(@ed_laetoli). Lo mejor del libro es el Prólogo, a cargo de Óscar Lujuria (del
grupo Lujuria).
Se trata de un libro de divulgación de la filosofía cuya originalidad es que
hace un repaso de toda la historia de la filosofía a través de letras de
canciones de grupos heavies
españoles, principalmente (también de otros no específicamente heavies: rock duro, punk...). De entre
ellos, Barón Rojo es de los más utilizados, junto a Obús, Tierra Santa, WarCry,
Avalanch, Barricada, La Polla Récords y muchos más (en este enlace dejo la “discografía”
del libro, es decir, discos de los que he mencionado por lo menos una
canción).
En el libro trato varias veces la relación del heavy metal con la política desde la
perspectiva de la filosofía política: al tratar la filosofía epicúrea, la de
Marx, la de Nietzsche, la Teoría Crítica o los Nuevos Movimientos Sociales del
siglo XX. Por ahí aparecen el marxismo, el anarquismo, el fascismo, la ecología,
el feminismo, el pacifismo, etc., y las relaciones, afinidades o rechazos que
me parece que el heavy metal tiene
hacia cada uno. Si toda la polémica mencionada hubiera ocurrido un poco antes,
o el libro no estuviera en la fase que está, no habría tenido más remedio que
introducirla en él porque me vendría de perlas. Tómese este artículo como un
adelanto suyo (y de paso como promoción del mismo, para qué negarlo).
Sería imposible desarrollar aquí todo lo anterior
(para eso está el libro). Voy a intentar resumir lo más importante. No
obstante, en todo momento hay que recordar que solo es mi opinión, y que puede
estar equivocada y está abierta a crítica.
En el libro afirmo la tesis de que el heavy metal es epicúreo, romántico y
libertario, con todo lo que eso implica para la política. En general, el heavy metal es apolítico, pero esto hay
que explicarlo. El heavy metal es
algo muy complejo, pero cuya esencia es la música heavy. En términos filosóficos: la música heavy es un fin en sí misma y no un medio para otro fin. Otros estilos
como el punk o el RAC (Rock
Against Communism) sí son medios para otro fin. En ellos la música es una
herramienta para un objetivo extramusical: la propaganda política
(principalmente anarquista en el punk
y fascista en el RAC). Eso hace, por
ejemplo, que la música heavy sea más
lograda técnicamente hablando y que pueda ser puramente instrumental (sin
letra) mientras que los otros dos estilos son más pobres musicalmente y las
canciones instrumentales muy escasas. Esto es así porque en el punk y el RAC lo importante es el mensaje político que transmiten, mientras
que en el heavy metal es la pura
música. En el heavy metal, la letra
de las canciones puede ser una pura excusa (por eso puede ser incluso
prescindible), en el punk o el RAC no es así: que yo sepa, no hay
canciones punkies que hablen de
Cimmeria, de Tolkien o de la guerra de Troya.
El heavy
metal es romántico (anacrónicamente considerado) en el sentido que tiene
este término como movimiento cultural contrapuesto a la Ilustración en el siglo
XIX. En este sentido encarna los valores románticos y su tendencia hacia el
lado oscuro del ser humano. Si la Ilustración reivindicaba las luces, la razón,
el progreso, etc., el romanticismo lo contrapesa con lo lúgubre, lo siniestro,
lo irracional, los sentimientos, etc. De ahí la tendencia heavy a los mundos de fantasía, las leyendas, los horrores, la
muerte, lo satánico, etc., y que sirve de inspiración para canciones que, como
decíamos, son fines musicales en sí mismas.
La idea de libertad ilustrada era racionalista: el sapere aude de Kant o pensar de acuerdo
a la razón pura por uno mismo. La libertad romántica es otra cosa. Es el
dejarse llevar por los propios sentimientos y emociones en vez (o además) de
por la pura razón, asumir las propias contradicciones, ir contracorriente y ser
uno mismo diga lo que diga la sociedad, la ley o la religión. De ahí que las
figuras románticas de la libertad sean los marginados, los delincuentes o el
mismísimo diablo. Figuras como la del pirata de Espronceda (interpretada por Tierra Santa) o ese joven que vive
como “El que más” (1984)
de Obús o “Fuera de la
ley” (1985) de Ángeles del Infierno. Es en ese sentido que “Los rockeros van al infierno”
(Barón Rojo, 1982) y es la figura que encarnan los hijos de Caín.
Esa idea y sentimiento de libertad romántica es a
lo que me refiero como carácter libertario del heavy metal, distinto del anarquismo punk. El heavy es libertario, el punk anarquista. La diferencia sutil
entre ambos términos es que al libertario le falta el compromiso político
militante del anarquista. Ambos reivindican la libertad más absoluta y se
oponen (o por lo menos desconfían) del Estado, las leyes, el orden establecido,
la religión organizada, etc., pero de formas distintas. El heavy simplemente quiere ir a su aire, que le dejen en paz, que no
le molesten. Quiere retirarse a su propio mundo y dedicarse completamente a
tres placeres: “Sexo, drogas y rock and
roll”. Ese sería su “jardín epicúreo”, apartarse del mundo y retirarse a
hacer lo que le gusta: escuchar música heavy
con los demás heavies, bebiendo
cerveza y, si puede, ligando. Lo demás, para el heavy, es lo de menos: en ese sentido es apolítico (como lo eran los
epicúreos). No tiene un especial interés por la política (no milita) pero
desconfía de ella (por eso la critica).
El punk
es distinto. Filosóficamente, si el heavy
es epicúreo, el punk es cínico: busca
la provocación como forma de acción directa, de acción política. El punk tiene un claro compromiso político
que el heavy metal no tiene. El heavy metal es música sobre todo, no
pretende cambiar el mundo con ella, solo disfrutarla. It’s only rock
and roll (but I like it): es solo rock
and roll, pero me gusta (The Rolling Stones, 1974). O como decía Rosendo
con Leño: “Es solo una canción, pero me siento mejor” (“Qué desilusión”, 1982).
De hecho, el
comunicado de Los Barones lo expresa perfectamente:
Todas las declaraciones de Sherpa han sido por
iniciativa propia de él mismo, sin ninguna intervención ni consenso con el resto
del grupo. El resto del grupo no participa de ninguna de sus declaraciones. La música es lo que realmente nos une y no
es nuestro deseo entrar en ningún debate político público, al margen de las
ideas que cada uno podamos tener (negrita nuestra).
Sin embargo, desde fuera o superficialmente, es
fácil confundirlo todo. Por eso puede parecer raro que un heavy sea “facha”. Tal o cual heavy
puede ser “rojo” o “facha” en lo particular, incluso transmitirlo sin tapujos
en las letras de sus canciones, pero en tanto que heavy eso no es lo más significativo. Lo raro sí sería un punk de derechas, por todo lo dicho. Tal
vez desde esta perspectiva pueda ser más fácil entender las palabras de Sherpa:
Mis letras siempre han hablado de los abusos del
poder, no del poder de la izquierda ni de la derecha, del poder. Si es de la
izquierda, peor siempre... La derecha es más acomplejada y más timorata,
respeta más las normas. Los de izquierdas van a saco en el momento en que tocan
poder. Mucha gente está equivocada conmigo pensando que soy de izquierdas. ¿Qué
coño voy a ser yo de izquierdas? Tengo una canción que se llama «Tierra de
nadie», que dice que «es triste saber que gane el que gane, tú vas a perder». Los
que no han entendido esos mensajes se pensaban que yo era de la onda de los
borrokas, o de Izquierda Unida, y de eso nada (Sherpa en
ABC).
Lo
anterior no quita la decepción que ha habido en gran parte de los fans de Barón
Rojo y Los Barones hacia alguien tan admirado como Sherpa. Decepción porque, en
cierto modo, situar al heavy en la
izquierda no es algo descabellado (aunque no sea exacto), por lo menos en el
caso del heavy español.
El heavy
metal es más afín a la izquierda que a la derecha por afinidad entre sus
valores. Los valores de la derecha: ley, orden, religión, familia, jerarquía…,
chocan con los valores epicúreos, románticos y libertarios del heavy metal (y los anarquistas del punk, obviamente). Digamos que el heavy se siente más cómodo en la
izquierda que en la derecha porque tiene más libertad para hacer lo que le
gusta, aunque no se vincule a ella de forma activa o militante. Todo esto es
matizable, por supuesto. En EEUU, la derecha política y religiosa fue
activamente beligerante contra el heavy
metal: todo el proceso de censura del Parents Music Resource Center (PMRC)
y el parental advisory (hemos
hablado aquí de este asunto a raíz de otra polémica). Sin embargo,
algunos de los que hemos llamado “valores de la derecha”, en el contexto de los
países comunistas, eran los valores oficiales (paradójicamente). De hecho, en
esos países el rock estuvo prohibido
y perseguido hasta que se acabó permitiendo pero vigilado y censurado (el Ostrock de la Alemania comunista, por
ejemplo). Para el comunismo oficial de la época, el rock y el heavy metal
eran ideología burguesa, alienaban a la juventud. De hecho, el rock y el heavy metal fue banda sonora del aperturismo y la caída del
comunismo en Europa oriental: “Wind of Change”
(Scorpions, 1990).
En España, la oposición al franquismo tuvo melodía
de cantautor, y el heavy metal llegó
después. De la ilusión inicial con los primeros gobiernos socialistas se pasó a
una decepción posterior debido a la reconversión industrial y a que el paro y
la miseria seguían en los barrios obreros y más deprimidos, especialmente entre
la juventud. Fue esta juventud la que expresó esa frustración y esa rabia
contenida a través del rock duro y el
heavy metal que caló en ella en los
años 80 (y por supuesto, también el punk).
Y eso explica también cierto acercamiento mutuo de parte del heavy metal hacia la izquierda más allá
del PSOE (por ejemplo, en la campaña anti-OTAN), así como que aquellos
gobiernos socialistas apostaran más por la llamada “Movida” que por el heavy metal. Para más inri, para la
derecha, los heavies no eran sino
“melenudos” y “macarras” opuestos a los hombres de bien y con el pelo cortado
“como Dios manda”. Sherpa cuenta en sus entrevistas cómo el
PCE quería que Barón Rojo tocara en sus mítines y fiestas (como en la mítica Fiesta
del PCE de 1984), pero no creo que recibieran muchas invitaciones similares
de Alianza Popular o de Blas Piñar. Pero, aún así, los heavies se mantuvieron en su actitud libertaria y romántica,
mientras que el punk incidió en su
militancia anarquista o radical (en el sentido del rock radical vasco, por
ejemplo).
No quiero terminar sin retomar la metáfora de los
“hijos de Caín” y sin opinar sobre las declaraciones de Sherpa, desde el
profundo respeto que me inspira alguien como él. Yo tampoco estoy de acuerdo
con sus declaraciones, es más, estoy absolutamente en contra. No obstante, es un
ciudadano libre en un país libre y defenderé su derecho a decirlas. Con toda humildad,
solo me atrevo a decirle lo siguiente: El enemigo de mi enemigo no es mi amigo.
Se puede estar en contra de este gobierno sin hacerse “amigo” (hacer propio) el
discurso despectivo de quienes hablan de “menas”
y “moritos”. En mi opinión, “Hijos de Caín” bien puede ser la banda
sonora de los millones de personas (también
del rock) que en el mundo entero
están protestando por la
igualdad y contra el racismo a raíz del asesinato de George Floyd, pero no
sonaría igual de bien entre el ruido de las cacerolas del barrio de Salamanca.
Andrés Carmona Campo. (@acarmonacampo) Licenciado
en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un
Instituto de Enseñanza Secundaria. Coautor del libro Profesor
de Secundaria, y colaborador en la obra colectiva Elogio
del Cientificismo junto a Mario Bunge et al. Autor del libro Filosofia y Heavy Metal (Ed. Laetoli, 2021).
Perfecto. Ahora a leer el libro.
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