24/07/2021
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para que puedas escucharlo mientras lees: enlace.
El primer recuerdo que tengo del grupo Lujuria es una
camiseta que tenía mi primo Fran; primo y amigo y uno de los culpables de que
me guste el heavy metal. Me llevó a mi primer concierto: Extremoduro en 1993.
La camiseta era blanca y tenía la portada del álbum República Popular del Coito (1997). Por entonces yo todavía no
había escuchado al grupo ni sabía más de él.
Mi segundo recuerdo es en Sevilla. Debía ser 1999.
Entonces estaba estudiando Filosofía en Granada y había ido a Sevilla a ver a
dos buenas amigas y compañeras de conciertos: las hermanas Silvia y Rosa.
Tocaba Mägo de Oz y como teloneros Lujuria.
Verlos allí fue todo un descubrimiento para mí.
Ellas ya conocían al grupo pero yo no, y me reí mucho con las letras de sus
canciones. Por entonces yo pensaba que solo eran un grupo que hacían heavy pero
con letras erótico-graciosas. Me parecía original y curioso. Al ver mi
reacción, Rosa y Silvia me pasaron los primeros discos de Lujuria. Al
escucharlos más detenidamente me di cuenta después que había muchas cosas más
serias y profundas. Pero por entonces yo seguía disfrutando de esas canciones
que eran como “cuentos para mayores”:
“’Al ladrón”
“Estrella del porno”
El tercer recuerdo es en el festival Machina 2000 que
se celebraba en Moncofa (Castelló). Y al que también fui con Silvia y Rosa. Lujuria
era una de las bandas del cartel y estábamos emocionadísimos de disfrutar lo
mismo que en el concierto de Sevilla del año anterior. Si no recuerdo mal,
Óscar lanzaba condones al público y gritaba: “¡Quiero que esto se convierta en
una enorme orgía!”. Recuerdo pasarlo en grande allí con canciones como la de “Sperman”
(1999).
Al acabar el concierto Silvia me dijo: “Oye, vamos a que el de Lujuria nos firme”, porque había visto que estaban por ahí firmando. Pero entonces se nos ocurrió una idea. Silvia tenía el prospecto que viene en las cajas de condones (yo no digo nada: cada cual lleva lo que quiere en su bolso). Pensamos que sería gracioso pedirle el autógrafo pero que lo hiciera en el prospecto y ver qué cara ponía. Óscar se lo firmó y le dijo algo así como “¡Pero gástalos todos, eh!”.
Desde entonces nunca perdí el rastro a Lujuria. Les he visto en multitud de conciertos, he seguido sus discos y su trayectoria. Me emocionó saber que Óscar era maestro (me imagino a algunos padres y madres cuando lo vean la primera vez en la puerta del “cole”) y sus compromisos con tantas causas justas, y especialmente con el heavy metal.
Pasó el tiempo, acabé la carrera, aprobé la
oposición y me puse a dar clases de Filosofía en el instituto. Desde hace años
vengo utilizando las letras de las
canciones heavies como recurso didáctico para relacionarlas con contenidos
de mis asignaturas. Por ejemplo, cuando explico la mitología (Tierra Santa, sobre
todo) o cuando hablamos de la violencia machista. En este último caso utilizo “Espinas
en el corazón” (2003) de Lujuria, junto a otras muchas canciones de rock duro que
también denuncian esta lacra: “¡Ay, Dolores!” (2000) de Reincidentes es obligada.
Hace unos años se me ocurrió una idea: buscar
canciones heavies o de rock duro que pudieran relacionarse con contenidos
filosóficos, como ya venía haciendo pero más formalmente. De ahí surgió un
reto: escribir una historia de la filosofía utilizando letras de canciones que
expresaran los contenidos explicados. Y así me autoescribí Filosofía y heavy metal. Digo autoescribí porque en principio lo
hice para mí mismo: quería leer un libro que mezclara dos de mis pasiones, la
filosofía y el heavy metal, y como nadie lo había hecho pues lo hice yo. Pero
el orgullo me hizo querer verlo publicado como tal libro, así que hablé con
Serafín Senosiáin, de la Editorial Laetoli,
especializada en pensamiento crítico, y se lo propuse. Mi sorpresa fue que le
pareciera bien, y nos pusimos al lío. La pandemia de covid-19 lo retrasó todo
pero, aunque más tarde de lo previsto, finalmente Filosofía
y Heavy Metal vio la luz.
Una vez terminado el manuscrito, Serafín me
preguntó por el prologuista. Yo se lo dije muy claro: Óscar Sancho, de Lujuria.
Tan solo había un problema. Yo no conocía personalmente a Óscar, tan solo era
un admirador suyo, y nuestra relación era totalmente asimétrica: siempre nos
veíamos en los conciertos, pero él en el escenario y yo abajo, yo tenía bien
claro quién era él pero él no sabía absolutamente nada de mí.
A pesar de eso me decidí a contactar con él a
través de las redes sociales e intentarlo. Total, el “No” ya lo tenía. En
realidad me esperaba una respuesta típica en forma de educada negativa. Sin
embargo, va Óscar y me pide el manuscrito para leerlo. Me dije: es un buen
paso, pero vaya como le parezca un tostón, porque el libro no deja de ser de
filosofía. Al poco tiempo me escribe otra vez: que sí, que hace el prólogo. ¡No
os podéis imaginar cómo me sentía en ese momento! Y mucho más cuando me lo
envía y leo:
Siempre he soñado con hacer una buena canción, en
ello llevo 30 años, ahora he tratado de hacer un buen prólogo: ¿lo habré
conseguido? Si no, me queda el consuelo que siempre le queda a un músico, haber
sido telonero de un grupo cojonudo o, en este caso, telonero de un texto que os
va a encantar.
¡Telonero! Que uno de tus ídolos diga
que es tu telonero es de lo más grande que a alguien como yo le puede pasar. Es
como si Magnus Carlsen (campeón mundial de ajedrez) te mira asustado y te pide
tablas. Más que eso, incluso.
Y no solo eso. Óscar no solo no ha
pedido nada a cambio, sino que además se ha implicado en mover el libro por las
redes sociales. Cuando el libro estaba todavía en el horno, Óscar publicó
también otro libro: Ni
política, ni religión, ni fútbol (Desacorde Ediciones, 2020). Al leerlo
comprendí muchas cosas. Óscar es solidario por naturaleza. Anda metido en
multitud de “fregaos”, todos ellos causas justas, que solo le deben consumir
tiempo y esfuerzo (y en más de una ocasión supongo que también dinero) y sin
ganar nada (material) a cambio.
La vertiente solidaria y comprometida
de Lujuria ya la conocía, por ejemplo, la canción “Espinas en el corazón”
(2003) denunciando el maltrato machista, y que además habían donado los
beneficios a la Asociación de Asistencia de Víctimas de Agresiones Sexuales y
Malos Tratos, de Valladolid (Óscar lo recuerda en el libro: p. 174-5).
También sabía de su apoyo a la causa
LGTBI y a la no discriminación por motivos de orientación sexual, tan bien
expresada en “Solo son rosas”:
Pero no me imaginaba que el apoyo de Óscar a otras
causas fuera tan extenso. Por supuesto, a multitud de bandas de rock, muchas de
ellas noveles y que necesitan un empujón. Así como a los grupos y salas que tan
mal lo están pasando con la pandemia y las medidas restrictivas (necesarias
muchas de ellas, pero que golpean duramente a la música y la cultura). Pero también
a asociaciones como AFANOC y su Casa
de los Xuklis: unos apartamentos para que las familias con niñas/os con
cáncer puedan hospedarse mientras sus hijas/os están hospitalizadas/os y no
tener que costearse un hotel tanto tiempo. Hasta hay un festival de rock para
recaudar fondos para la Casa: Rock Pels Xuklis (pp.
206-208).
La lista es interminable: el
sindicalismo y el apoyo a luchas obreras como la de Alcoa en Lugo o Nissan en
Barcelona, la educación pública, la sanidad pública, la causa feminista, el
antirracismo, etc. Lo último y más destacado, el impulso, codo con codo con Fernando Madina y Mariano Muniesa entre
muchos más, a una asociación de Rock Contra el Fascismo
que ya ha
logrado que más de 1000 bandas firmen un
manifiesto y que ha sido traducido a varios idiomas, entre ellos el criollo
haitiano, el guaraní o el árabe. En ese sentido ha señalado a quienes llama “Metal
Vox”, esos nuevos “infiltrados” en el heavy metal y que son los sucesores de
aquellos otros “infiltrados” que ya denunciara Bruque.
Alguien podría pensar: qué ganas de meterse en líos. Pero hay una frase en el libro que lo explica y que es para enmarcarla: “Mi último deseo es que quien escupa en mi tumba lo haga por lo que dije, nunca por lo que callé” (p. 259).
Y todo eso a ritmo de metal. Aparte de componer,
grabar discos y hacer conciertos, Óscar saca tiempo para sus labores solidarias
pero también para escribir libros e investigar sobre el heavy metal. A él se
debe la expresión Nueva Ola del Heavy Metal Latino (pp. 45-46), en analogía a
la NWOBHM (New Wave Of British Heavy
Metal), concepto que de hipótesis esperemos que algún día pueda contrastarse
como tesis de pleno derecho (o lo mismo resulta falsada, que tampoco pasaría
nada: así es la ciencia). Lo mismo Fernando
Galicia Poblet se anima (autor de Inoxidable,
otro libro imprescindible). Mientras tanto, Óscar sigue recopilando discos,
datos y entrevistas al respecto, especialmente en Rockcinante, su colaboración
con otro de los mejores medios dedicados al rock duro: MariskalRock (que mantiene en papel a La Heavy,
antigua y siempre viva Heavy/Rock).
En principio este texto iba a ser una reseña del
libro de Óscar amenizado en su introducción con algunas anécdotas personales de
cómo llegué hasta él. Al final ha quedado otra cosa pero da igual: así lo mismo
escribo la reseña como tal en otra entrada del blog. Por ahora valga lo dicho
como muestra de respeto y admiración a un músico, maestro y sindicalista que
sigue siendo heavy “joda a quien joda”. ¡Muchas gracias, Óscar! ¡Larga vida a
Lujuria!
Andrés
Carmona Campo. Licenciado
en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un
Instituto de Enseñanza Secundaria. Coautor del libro Profesor
de Secundaria, y colaborador en la obra colectiva Elogio
del Cientificismo junto a Mario Bunge et al. Autor del libro Filosofia
y Heavy Metal (Ed. Laetoli, 2021).
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